A diferencia de la otitis externa bacteriana, caracterizada por la presencia de supuración francamente purulenta, los síntomas de la otitis externa fúngica suelen ser inespecíficos. Las manifestaciones clínicas más habituales son: prurito, en ocasiones, dolor, descamación del epitelio y, a menudo, hipoacusia, cuando el conducto es ocluido por un tapón de hifas, cerumen y restos epiteliales. En la mayoría de los casos la membrana timpánica está respetada y raramente se perfora. Desde el punto de vista clínico, conviene diferenciar entre la otitis externa debida a levaduras, denominada candidosis del CAE, y la otitis externa por mohos, para la que se reserva el término de otomicosis, aunque, en la práctica, ambas entidades se engloban dentro del mismo término.
La candidosis del conducto auditivo externo se caracteriza por la presencia de un epitelio húmedo e inflamado, con pequeños agregados blanquecinos irregularmente repartidos, que se adhieren al epitelio y la presencia de un exudado seroso inodoro. Suele cursar con escozor y prurito, e incluso dolor moderado.
La otomicosis asintomática se descubre al realizar un examen otológico rutinario y observar la presencia de dermatitis seca no exudativa. En la otoscopia puede presentarse como una forma pulverulenta con depósitos blancos, verdes, marrones o negros, sin localización particular, o bien como una masa algodonosa o filamentosa más o menos espesa, que rellena en parte o totalmente el conducto, o bien como placas aterciopeladas blanquecinas con punteados grises, marrones o verdes localizados en la parte posterosuperior del conducto. Al levantar estos depósitos miceliares con un asa de platino, la piel subyacente aparece in-tacta.
La otomicosis sintomática aguda presenta un gran componente inflamatorio y se acompaña de otalgia moderada y secreción serosa. En la otoscopia se puede observar la presencia de placas aterciopeladas o con aspecto de fieltro blanquecino, con ocasional punteado blanco, verde, marrón o negro, separadas de la epidermis por una capa de secreciones y descamación. El epitelio subyacente está hiperémico, ulcerado y es muy doloroso al tacto. En casos aislados, se detecta hipoacusia a consecuencia de la obstrucción del conducto por un grueso ovillo miceliar.
La otomicosis sintomática crónica se caracteriza por dermatitis pruriginosa, discreta secreción serosa inodora, incolora o amarillenta, escozor y descamación seca. El examen del conducto auditivo externo revela una otitis externa exudativa con descamación blanquecina o depósitos amarillentos, recubriendo un epitelio hiperémico o incluso con zonas hemorrágicas. En ocasiones, puede observarse una miringitis granulosa, caracterizada por granulaciones timpánicas en "gotas de rocío", duras, de coloración rosada y bordes mal definidos, que sangran fácilmente. Si se obstruye el conducto, puede aparecer otodinia e hipoacusia.
La otomicosis asociada a infección bacteriana se caracteriza por otalgias violentas con otorrea importante y, a veces, olor fétido. El examen otoscópico revela placas aterciopeladas con punteado blanco, verde, marrón o negro, separadas del epitelio por una capa de secreciones. El epitelio subyacente está hiperémico, ulcerado y doloroso al tacto.
En un número reducido de pacientes inmunodeprimidos, e incluso en inmunocompetentes, se ha descrito una forma de otitis externa necrotizante o invasiva causada por Aspergilllus fumigatus, que se acompaña de otalgia severa, otorrea e inflamación del conducto auditivo.
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